De sonrisas y lágrimas. De alegría y tristeza

El dulce amargor de despedirse

Publicado el 23-12-2019 por David Rubio Vidal (@davidrv87)

El tiempo que vuela. Cuando quiere.

Tiempo de calidad. Con amigos. Que se convierten en algo más. Con los que compartes tu tiempo.

Tiempo y amigos. ¿Qué más hace falta?

Un viaje.

¿Destino? Da igual.

Tiempo y amigos es lo único que necesitas.

Cualquier situación es buena para sacar el sentido del humor a pasear. Para soltar el chiste fácil y rápido. Aunque sea malo. Si no entra, ya entrará.

El viaje comienza. Con fuerza e ilusión. Y se mantiene durante todos los días que dura - que deberían ser meses, pero ése es otro tema.

Se desarrolla con momentos únicos, irrepetibles e impagables. Que se forjarán en tu memoria y que nadie te podrá arrebatar jamás.

Los momentos aburridos y transitorios serán efímeros. Que no recoradarás. Pero que son necesarios.

¿Por qué?

Porque por efecto contraste realzarán los antagónicos. Los buenos.

Y, ¿qué más hace falta? ¿Cuál es la clave para que todo funcione?

Ser auténtico. Que todos lo sean. Que todos lo seamos. No tratar de agradar a nadie pretendiendo ser lo que no eres, ya que a corto plazo funcionará pero a largo plazo es otra historia.

Las máscaras desaparecerán y verán tu verdadero yo. Sé auténtico. Íntegro. Sé tú mismo. Nadie más.

Pero volvamos al título.

¿Por qué se dice “llorar de alegría“ y nunca “sonreir de tristeza“?

No hace falta explicar el primero. Por lo que nos vamos a detener en el segundo: “sonreir de tristeza“.

¿Cuál es el escenario?

Te dejo que elijas entre estos tres: la última noche del viaje; la mañana al despertar antes de volar; o la despedida en el aeropuerto.

En cualquiera de las situaciones que elijas, las risas y sonrisas tienen ahora otros matices que no han tenido durante el resto del viaje. Y ahí están las trazas o síntomas de que algo no va bien. Que ya sabes que se acaba y lo sientes en los demás.

Ahí tienes las sonrisas de tristeza.

Todos lo saben. Pero no nos gustan las despedidas y tratamos de disimular. Bien por vergüenza. Bien por mantener el ánimo del grupo. Ya que unos tiran de otros. Ese es el espíritu del equipo. Del grupo. De los amigos.

Es el “momento del bajón”. De la llamada depresión post-vacacional.

Bendita depresión con el mejor apellido posible. Porque sin vacaciones no hay post-. Así que vamos a tomarlo como algo bueno a partir de ahora. Ya que al mirar atrás te volverá la sonrisa.

Esta vez sin ese aditivo. Esta vez sin tristeza pero con nostalgia. Esa nostalgia de querer volver atrás y repetir todos y cado uno de los momentos del viaje. De volver a cruzarte con todas las personas con las que te has cruzado.

Esas que te han enseñado algo. Las que te flipan. Con las que el tiempo pase volando. Que no hagan falta móviles. Que te inspiran. Que van más allá y rompen con el orden establecido.

Valientes.

Que todo eso forme parte de ti. Eso llena. Y te hace pensar en qué será lo siguiente. Lo cual será lo que tú decidas que sea.

Porque tú eres el dueño de tu propio destino.

Y más allá de eso, solo puedes llegar tú y tu voluntad de cuán lejos quieras alcanzar y con cuánta fuerza.

Quedarse mirando al boli con una sonrisa. El mismísimo boli con el que escribí el borrador de esta entrada en el viaje de vuelta a casa - lo que quiera que sea que a casa signifique.

El boli que me recuerda hacia dónde me estoy dirigiendo.

Y quizá sea “el momento del bajón”.

U otra cosa.

Pero el deseo de seguir viajando siempre sigue ahí. Seguir con la inspiración.

Querer seguir con las sonrisas de tristeza.

Siempre.


Comentarios: