El cosquilleo de viajar

Lo desconocido que se vuelve conocido

Publicado el 24-02-2020 por David Rubio Vidal (@davidrv87)

Maleta hecha. Camino al aeropuerto. Llegada a la terminal.

Miras las pantallas.

Puerta D63. Allá que vas.

Seguridad. Control de pasaporte.

Duty free. Te pones perfume. “Hay buenos precios“, piensas. Decides no comprar. Ya llevas todo lo necesario. Y quizá vas con el dinero justo para el viaje.

Caminas a través de la terminal. Zona D. Por las escaleras, a la izquierda.

Cafeterías. Tiendas de ropa. Souvenirs. Restaurantes. Coches de lujo. Joyas. ¿Siempre los aeropuertos fueron centros comerciales? Bueno, no importa.

Continúas.

Llegas. A esperar una hora. A tirar una hora porque la aerolínea así lo recomienda. Pero te da igual. A ti te gusta ese cosquilleo de saber que te vas. Que vas a descubrir algo nuevo.

¿Qué te espera allí?

No lo sabes. Ésa es la magia de viajar. Que todo es nuevo y desconocido.

Es como esa película que te gusta tanto y que te gustaría no haber visto nunca para verla por primera vez. ¿Que no te ha pasado nunca? Pues a mí sí. Y me encanta la sensación a la vez que me frustra (lo de la película, no lo del viaje).

Mientras esperas, te fijas en la gente.

¿Por qué viajan ellos? No lo sabes.

¿Sienten ese cosquilleo como tú? Es posible.

Pero tú sí que lo sientes. Y lo sabes.

Exactamente, ¿qué implica viajar? ¿Lo piensas alguna vez?

Viajo porque me gusta“. Hmmmm, ¿suficiente?

Déjame plantearlo de otra forma. Cuando a una persona le preguntas, “y a ti, ¿qué te gusta?“ Me apuesto lo que quieras a que las dos respuestas más comunes son: escuchar música y viajar.

Bien, ya tenemos una base desde la que partir. “Pero, ¿por qué?

Pues porque me gusta“.

¿Qué es lo que te gusta?

No sé…

Basta de preguntas.

Lo que a mí me gusta es la sensación de crecer al conocer.

Llegar al hotel. Hacer el check-in. Esa habitación para ti. O esa cama para ti. Donde pasarás la próxima noche. ¿O es más de una noche? Es irrelevante. A ti te apetece.

Patear una ciudad nueva. Una montaña. Una playa. Un lago. Un bosque.

Ese pasar por primera vez por un lugar.

La sensación de no-pertenencia y de pertenencia a la vez.

Lo desconocido que se vuelve conocido.

El choque cultural. Las cosas que das por sentadas que se hacen tal y como se hacen en casa.

Dos posibilidades. La primera es que no has viajado mucho y te sorprende. La segunda es que la costumbre de viajar te ha hecho asimilarlo como algo que sucede en todos lados. Todo el tiempo. Que las cosas se hacen de diferente manera.

Lo desconocido que se vuelve conocido.

Balbuceas algo ininteligible pero, al final, consigues lo que consideras una comida rara. “¿Cómo puedes comer esto aquí?“ Pero tienes hambre y te lo comes. “Calla, calla. Que no se entere mamá que estoy comiendo esto“.

Te sonríes. Ríes hacia dentro.

No estaba tan malo. No juzgues antes de probar. Ni la comida tampoco. No debería ser consejo. Debería ser norma.

Caminar. Perderse. Mirar el mapa. Preguntar.

Viajar. Vivir. Aprender.

Algunas anécdotas que te cuentan. Otras que lees.

Paisajes que has visto en foto y que son más impresionantes en vivo y en directo. Vistos por tus propios ojos.

Las fotos no hacen justicia a la realidad.

Y no la hacen, no.

¿O simplemente, porque hemos hecho el esfuerzo de ir hasta allí, tratamos de idealizar lo que vemos por nosotros mismos?

No lo sé. Pero la sensación gusta. Si no, no lo haríamos. ¿O, acaso, haces cosas que no te gustan?

Y viajar, decíamos antes, gusta.

Y repetimos.

Y se nos llena la boca cuando hablamos de un viaje que hemos hecho. Que estamos haciendo. O que vamos a hacer.

Eso es para mí viajar.

Ahora, ¿viajas solo porque te gusta?

Piénsalo.


Comentarios: