Sensaciones impagables
Cuando dejarlo todo sale bien
Otro día maravilloso de relax.
Son las 17:30 y a estas horas, si no hubiese decidido dejarlo todo y viajar, estaría sentado en mi silla de oficina, tras la reunión diaria, testeando yo que sé qué proyecto.
Sin embargo, estoy aquí, en una isla remota. Apoyado en una roca. Con el sonido de las olas del mar de fondo. Viendo a la gente hablar en el chiringuito de la playa. Y escribiendo estas líneas mientras mastico uno de mis frutos secos favoritos.
La vida puede ser así de simple.
Sin necesidad de florituras ni adornos.
La gente aleatoria del chiringuito. Una mujer ya mayor que, por el acento, parece británica y parece haberse establecido en la isla. Su piel tan morena y ser dueña de dos perros apoyan mi hipótesis.
¿Quién sabe? Pero es posible.
El resto parecen turistas que pronto tendrán que volver a sus diferentes realidades.
¿Quién sabe? Pero es posible.
La vida a día de hoy parece sencilla. Acostarse cuando se quiere. Despertarse cuando se quiere. Y hacer y deshacer lo que se quiere.
¿Desayuno temprano, ruta con la moto por la isla, playa hasta el atardecer?
Hecho.
¿Remolonear en la cama, trabajar en este blog hasta (bien) pasado el mediodía, comer tarde y terminar el día escribiendo en la playa?
Te lo compro.
Sentirme bien. Sentirme afortunado por haber conseguido lo que he buscado durante mucho tiempo.
Pero no es oro todo lo que reluce. Ha habido unos días de ciertas dudas sobre si estaba haciendo lo correcto. Pero me he dado cuenta de que sí.
De que esto es lo correcto.
Si se siente bien es que está bien.
Otra cosa es que, innegablemente, se echen de menos ciertas cosas. Pero también las hay que se echan de más. Y la balanza pesa más en el platillo de éstas que de aquéllas.
Los horarios, las reuniones, las obligaciones son ahora elementos en diferentes cajones de un congelador. Siendo realistas, hay altas (¿o bajas?) probabilidades de que haya que volver a eso en algún momento. Que la rutina vuelva a ser parte de la vida del día a día.
Pero por el momento, simplemente ni se me pasa por la cabeza.
Y eso es una sensación impagable.