¿Y si todo es un experimento social?

Sobre el inicio de la era automáta

Publicado el 17-05-2020 por David Rubio Vidal (@davidrv87)

Se vuelven a abrir las compuertas. Se vuelven a permitir ciertas cosas.

Vivimos en fases. Y a la vez desfasados.

Tú a esta hora puedes hacer esto“. “Él, lo de allí“. “Pero ella, no puede hacer lo de más allá“.

¿De qué me suena todo esto? ¿Se ha vivido antes?

Posiblemente.

Pero se le dio otro nombre y las medidas y repercusiones de no obedecer eran más duras. No lo estoy, ni mucho menos, poniendo en la misma escala de valores. Pero hay algo que me inquieta en mi interior y me hace compararlo.

No quiera el lector caer en la trampa y tachar a un servidor de loco.

Bien podría ser esto la trama de una novela de ciencia ficción. Pero vamos, juntos, a hacer el ejercicio de creer que es verdad.

Solo por la duración de este escrito.

Planteemos las premisas que, además, son oficiales y de obligado cumplimiento. O son recomendaciones impuestas.

Me vienen a la mente cosas como: las franjas horarias; los rangos de edad; los comercios específicos que pueden abrir; la distancia social; las fases con sus criterios para aprobar (o suspender); el uso de mascarillas y/o guantes (hoy sí, mañana no y al otro sí (o no)); la percepción (¿impostada?) de caos político; el reporte de cifras estandarizado a mitad de camino; el momento del aplauso (o cacerolada) a las 8 de la tarde cual toque de queda.

Ahí las tenemos. Las premisas.

Los personajes: esos son más sencillos. En esta aventura ficticia son (somos) dos: los que mandan y los que obedecen.

Los programadores de autómatas y los autómatas mismos, respectivamente.

El objetivo: el control.

¿Cómo asegurarse del objetivo? Mediante el reporte y algunas de las premisas (las palmitas, por ejemplo).

¿Y a los rebeldes? Al paredón. Con multas.

¿Cómo asegurarse del control? La Gestapo. Con las fuerzas y cuerpos de seguridad del estado.

Es curioso salir a correr y ver delante de ti a una fila de gente que caminan por la derecha.

Una detrás de otra. Que miran con recelo al que pasa a su lado.

Pero contentos porque les han dejado salir.

Se han cumplido ciertas condiciones en la rutina de ejecución que permiten ir más allá en el código programado para el control de los autómatas.

Y el resto de personas… pues caminan por la izquierda. Porque es lo que toca.

Todo parece salir a pedir de boca para los que han programado esto. Pero como en todo (buen) código, hay problemas inesperados. En el mundo del software, defectos no previstos que hacen que el programa no se comporte como debiera se conocen como bugs.

Bugs que en nuestra historia particular son los rebeldes. Y, o bien los haces desaparecer en el paredón, lo cual en el siglo XXI está feo, o generas métodos para mitigarlos en la medida de lo posible.

Vemos pues, como se cierra el círculo y tanto premisas, como personajes, objetivos y rebeldes forman parte esencial de la trama.

Que todo encaja en su sitio.

Pero orquestar todo esto require de mucho esfuerzo por parte de muchos. Hay muchas piezas que se pueden mover; muchas piezas que deben encajar las unas con las otras; mucha preparación; mucho ensayo y error (¿SARS y MERS?). Hasta que se da con el programa perfecto con los bugs permitidos. Hasta que todo está listo para “subirlo a producción“.

Para los legos en la materia, “subirlo a producción“ en desarrollo de software significa que un proyecto está probado, en estado usable y que se encuentra en un servidor para su uso por parte del cliente final.

Saliéndonos de la historia (de ficción), podría darse el caso de que realmente esto estuviera ocurriendo, pero que nos los hubiesen sabido vender de forma maravillosa (como muchas otras cosas).

Que esto no sea más que un paso más o una parte de algo más grande.

Que esto solo trate sobre el inicio de la era autómata.

Que no sea necesario que se cumpla al pie de la letra ese cliché que hemos oído una y mil veces de “algún día seremos controlados por máquinas porque serán más inteligentes que sus creadores“.

Que solo haga falta cambiar las normas (de forma enmascarada) y no los personajes.

Que se nos tome como meros idiotas controlables y reprogramables.

Que no nos demos cuenta de ello hasta que sea demasiado tarde y hayan tomado el control absoluto sobre nosotros.

Que haya que inventar un personaje nuevo en toda la historia: la resistencia. Y que asuman el rol aquellos que hayan sido capaces de mantener ese vestigio evolutivo de la memoria. Los que sean capaces de recordar cómo se vivía antes de todo esto. Los que todavía recuerden el sabor y la sensación de ese idea que todos ansiamos y defendemos por encima de todo.

La libertad.

Esa libertad que nos han arrebatado y que ahora nos suministran con cuentagotas para mantenernos felices (o callados), a pesar de las caceroladas.

Mientras unos controlan la dosis, otros abrimos la boca para seguir sanos.

Pero, como se advertía al lector al inicio, esto bien pudiera ser la trama de una novela de ciencia ficción.

Que nos ha tocado vivir.

Pero ficción después de todo.


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