Es hora de ser un valiente

Va siendo hora de saltar a la piscina

Publicado el 26-12-2019 por David Rubio Vidal (@davidrv87)

La valentía, ¿es una cualidad innata o adquirida? O, quizá, ¿deberíamos decir transmitida?

De cualquier forma, es una aptitud muy valiosa.

Está claro que quien la posee es capaz de hacer cosas que otros muchos ni siquiera llegan a contemplar en sus mejores sueños.

Valentía. Te permite decir que sí. Intentarlo.

Fracasar para aprender.

Triunfar para seguir.

Seguir para crecer.

Pero, ¿cómo ven al valiente desde fuera? Y lo que es más importante, ¿cómo se ve un valiente cuando se mira en el espejo?

Desde fuera, me atrevería a decir que ciertos grados de valentía son puestos bajo el mismo prisma bajo el que se pone a la locura. Otros, sin embargo, son aplaudidos y celebrados, e incluso llegan a generar tal satisfacción a los demás, que estos lo llegan a disfrutar. Porque mantienen la esperanza de que “sí se pueden conseguir las cosas“. De que ese “algún día“ es posible. Digamos que permite a algunos soñar. Y hacer soñar a alguien a través de ti es, simple y llanamente, maravilloso.

Pero, ¿qué hay de la segunda pregunta? Un valiente se ve a sí mismo como una persona independiente y autosuficiente. Una persona que ha encontrado su motivación. En cualquier caso, como una persona normal y corriente. Capaz de acallar esas voces de la sociedad que tratan de asustarnos. De esas elucubraciones de que las cosas pueden salir mal. A las cuales responde: “!Ya! Pero, ¿y si sale bien?“. Y con la misma naturalidad se gira y sigue su camino. Con una sonrisa.

Sonrisa que no hay que perder bajo ningún concepto. Y además una sonrisa bonita y que contagia. De ahí, que al principio del todo de este post dijera que la valentía puede ser transmitida.

Pero, vayamos más allá todavía. Un valiente lo es, lo puede ser o lo será, sí. Sin embargo, también tiene que ser capaz de manejar la incertidumbre con talante y con sangre fría porque hay que tomar ciertas decisiones que no son nada fáciles.

¿De verdad?

De verdad.

Si te paras a pensar, tu situación actual es un producto de todas y cada una de las decisiones que has tomado a lo largo de toda tu vida. No importa cómo de ínfimas sean esas decisiones, todas forman parte de tu estado presente. Puedes ir todo lo atrás que quieras en el tiempo, elegir la decisión más aleatoria que se te ocurra, que te garantizo que algo ha tenido que ver con dónde te encuentras y cómo te encuentras.

Pero, ¿sabes qué es lo bonito de todo? Que tú has sido el artífice de ello. Las decisiones pueden estar influenciadas y condicionadas por factores externos o por circunstancias personales o ajenas. Pero, bajo última instancia, han sido tomadas por ti.

Y aquí viene la parte más paradójica de un valiente. Un valiente es un egoísta. Pero es un egoísmo sin ningún mal. Sin la más mínima pretensión de hacer daño a nadie sino de buscar lo mejor para uno mismo.

No se trata de egos.

Se trata de hacer lo que te hace feliz.

Se trata de labrar tu destino con tus mejores decisiones.

Se trata de serlo.

Es hora de ser un valiente.


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