Habla con la persona delante del espejo

Y el tiempo para ti, ¿cuándo?

Publicado el 01-01-2020 por David Rubio Vidal (@davidrv87)

Te paras.

Dejas lo que estás haciendo y ayudas a los demás.

Das consejos e insistes en que los apliquen.

Pero, ¿haces lo mismo contigo mismo? ¿Te das consejos? ¿Te escuchas?

Todo parece basarse en ayudar a los demás, lo cual, en concepto, está bien. Todos necesitan en algún momento que le echen una mano.

Y eso es una de las cosas más importantes que todos deberíamos hacer. De forma altruista. Sin pedir nada a cambio. Porque ya te hará falta a ti.

Pero, ¿te echas una mano a ti mismo cuando la necesitas?

Seguramente no. O posiblemente sí. O quizá ni te lo has planteado siquiera.

En realidad, es posible que te estés preguntando cómo se ayuda uno a sí mismo. O cómo ser capaz de desdoblarse y adoptar el papel de consejero y aconsejado a la vez. En una misma persona.

Digamos que es lo contrario a dejar la mente en blanco.

Imagina esto en tu cabeza: un lienzo totalmente en blanco sobre una pared.

Cuando lo tengas, piensa inmediatamente en el total opuesto: un lienzo lleno de pintadas y colores sobre la misma pared.

Mismos componentes, planteamiento diferente. Todo esos colores son la multitud de pensamientos que se aglutinan minuto tras minuto en tu cabeza. Y que pueden generar esa sensación de angustia o ahogamiento. Toda esa maraña no te deja ver con claridad el problema principal. Todo se confunde.

Pero piensa rápido. ¿Qué color (te) llama más la atención?

Visualízalo. Concéntrate en él. Ése es ahora tu objetivo.

Ahora bien, ¿qué significa? ¿Por qué te ha llamado la atención?

Es ese algo que require un poco de acción por tu parte. Que requiere tu ayuda. Pasa de ser un simple observador a otro plano superior.

Plantea la pregunta. Quizá la parte más difícil. Porque no puedes darle respuesta. Porque no sabes abstraerte de ello y dejar de ser subjetivo.

¿Podemos no ser subjetivos cuando se trata de nosotros mismos? Al fin y al cabo, buscamos el bienestar personal y debemos ser egoístas.

¿No está la subjetividad completamente ligada al propio “yo”?

Para entenderlo, cuando damos consejos a los demás, nos resulta más o menos sencillo hablar de manera objetiva. Nos resulta fácil comprender la situación, extraer la clave de la cuestión, analizarla y proponer una solución.

Esa respuesta.

Inmediata o no.

Válida o no.

Coherente o no.

Pero objetiva. Eso sí.

Podemos tener más o menos relación o apego con la situación que se nos plantea, en función del vínculo emocional que nos una con la persona a la que estamos tratando de ayudar. Y, porqué no decirlo, en función de nuestros propios intereses. Si la situación nos afecta o no directamente.

Por tanto, el grado de objetividad será mayor o menor en según qué casos.

¿Existen grados de objetividad? ¿No es, acaso, la pérdida de objetividad la causa de la subjetividad?

Vemos, entonces, que cuando involucramos a terceras personas, podemos jugar con las dos palancas: objetividad y subjetividad.

Sin embargo, vamos a eliminar a las terceras personas.

Cuando se trata solo del “yo”, ¿contamos con el lujo de poder ser objetivos?

Seguramente cuando nos pongamos a evaluar y a analizar las situaciones sobre las cuales queremos actuar, nuestro propio inconsciente buscará la forma de encontrar lo mejor para uno mismo. Ese consejo.

Y eso está bien. De hecho, ése es el objetivo. De tratar de ayudar(se).

Pero, ¿sería el mismo consejo para otros?

Curioso círculo vicioso.

Se puede si eres honesto y tus valores son más fuertes que la posible ganancia a corto plazo. Si estás dispuesto a decirte cosas feas. Y, lo que es más importante, si estás dispuesto a escucharlas.

Si estás comprometido y quieres hablar con la persona delante del espejo.

Porque ayudar está bien.

Pero conseguir ayudarSE es maravilloso.


Comentarios: